Las tres cuartas partes de nuestro
planeta están cubiertas por agua, un 97,5 por ciento agua salada y
solo un 2,5 por ciento agua dulce. Mientras que el agua dulce es
abundante en ciertas partes del planeta, cada vez se hace más
evidente su escasez a nivel global, y lo que es aún peor, el
porcentaje de agua potable, es decir, de agua dulce que los humanos
podemos consumir sin poner en peligro nuestra salud, es cada vez más
reducido en condiciones naturales debido a la contaminación.
En la actualidad existen más de 1000
millones de personas en el mundo que no tienen acceso al agua
potable, a pesar de que dicho acceso es reconocido por la O.N.U. como
un derecho humano desde el año 2009. La escasez de agua dulce a
nivel global está generando un lucrativo negocio para algunas
empresas. Hoy en día es posible comprar por Internet el agua de
algunos ríos latinoamericanos, por ejemplo del río Paraná. El
negocio es muy sencillo y lucrativo, los grandes buques mercantes
llegan a los puertos latinoamericanos, descargan sus mercancías,
después ascienden por las desembocaduras de los ríos, abren sus
compuertas, y llenan sus lastres con agua dulce. Posteriormente estos
buques venden el agua que cargaron como lastre en África o en
Oriente Medio, donde se pueden llegar a pagar hasta 2 millones de
euros por las 70.000 toneladas que puede almacenar un buque mercante
de tamaño medio en su lastre. Se trata por lo tanto de un negocio
redondo y sin riesgo, a pesar de estar comercializando un recurso
indispensable para las personas, a la par que un derecho humano.
En España, el derecho al agua también
se está convirtiendo en un negocio en manos de unas pocas empresas
privadas al estar multiplicándose de forma alarmante los procesos de
privatización de los suministros de agua potable, lo que significa
que a pesar de que el agua sigue siendo pública, la gestión de su
suministro es adjudicada a una empresa privada, con lo que estas
empresas logran hacerse con un mercado local sin ningún tipo de
competencia, es decir, un monopolio con unos clientes seguros y
permanentes.
Podemos pensar que para escapar del
monopolio de las empresas que suministran el agua potable basta con
que (las personas que puedan) tengan su propio pozo escavado en sus
propiedades con el que poder auto-abastecerse. Sin embargo esta no
dejaría de ser una solución provisional porque no debemos olvidar
que el agua, al tratarse de un bien público, es propiedad del
Estado, por lo que debido a su creciente escasez, el Estado acabará
echando mano de esos acuíferos ubicados bajo propiedades privadas,
con lo que finalmente muchas personas tendrán que pagar por el agua
que se extraiga de lo que hasta ahora consideraban “sus pozos”.
Asimismo, dando otra vuelta de tuerca, y debido al proceso de
privatización de la gestión del agua que comentaba en el párrafo
anterior, podemos llegar a una situación en la que los propietarios
tengan que pagar a empresas privadas para poder extraer el agua que
se encuentra bajo sus propiedades.
La escasez de agua dulce en nuestro
planeta no es un problema técnico, sino político, puesto que hoy en
día contamos con un nivel de tecnológico tan avanzado que se podría
acabar dicha escasez de existir voluntad política para hacerlo. El
periodista, escritor e inventor Alberto Vazquez-Figueroa hace años
que patento un sistema de desalinización del agua del mar con el que
si existiera la voluntad de hacerse, podría abastecer de agua
potable a muchas regiones del planeta en las que actualmente dicho
bien escasea. Este escritor, en relación con su proyecto, hacía la
siguiente reflexión: “Si deseas saber cuál será el nivel de
aceptación de tu invento (o proyecto), no te preguntes a quién
beneficia, sino pregúntate a quién perjudica, porque del poder del
perjudicado dependerá que salga adelante o no”. Llegados a
este punto nos preguntamos ¿A quién le pude interesar que no haya
agua dulce gratuita para todo el mundo?, pues, por un lado a las
empresas embotelladoras de agua supuestamente “de manantial”, que
hacen negocio vendiendo el agua potable, en ciertas ocasiones, a un
precio muy superior al de la gasolina. Y por el otro lado a las
grandes multinacionales que se dedican al negocio del agua, como por
ejemplo las francesas Suez Environnement, Vivandi Environnement o
Lyonnaise des eaux, que
generan ganancias multimillonarias en casi
todos los países del mundo gracias a la escasez de agua.
Nos cuenta Alberto Vázquez-Figueroa
que en Las Palmas de Gran Canaria existe un gran problema con los
restos de boro que dejan en el agua las actuales desaladoras, por lo
que hoy en día los canarios no pueden beber el agua del grifo e
incluso tienen que cocinar con agua embotellada. En cierta ocasión,
el escritor se reunió con el director regional de la multinacional
francesa que gestiona el agua en las Islas Canarias y con el por
aquel entonces alcalde de Las Palmas, Manuel Soria . En aquella
reunión, tras exponer y argumentar el escritor la posibilidad de
obtener agua realmente potable, sin restos de boro, por la cuarta
parte del precio que les estaba costando en ese momento obtenerla, el
director de la empresa le advirtió que nunca permitiría que eso
ocurriese en Las Canarias. La explicación a esta negativa fue muy
sencilla: en ese momento estaban desalinizando el agua a unos 60
céntimos de euro por metro cúbico, para venderla, aplicando un
margen del cien por cien de beneficios a algo más de 1,20 euros (al
doble de lo que les cuesta obtenerla); sin embargo, de obtener la
empresa el agua por ejemplo a 30 céntimos, dado que sus ganancias se
calculan aplicando un margen sobre el precio de producción, solo
podrían venderla a 60 céntimos por metro cúbico, con lo que la
empresa estaría perdiendo 60 céntimos por cada metro cúbico de
agua; es decir, si la empresa produce el agua más barata, y
posteriormente la suministra también más barata, perdería millones
de euros, algo impensable desde el punto de vista de la lógica
capitalista a pesar de que de ese modo se consiguiera un acceso total
al agua potable para toda la población. Como punto final, el
director de la compañía añadió: “Ni los consumidores ni los
agricultores son mi problema, son problema del gobierno. Mi problema
es que mis accionistas reciban la mayor cantidad de dinero posible;
te lo digo para que lo entiendas claramente, porque así es la vida”.
Fuentes:
Bancos y grandes constructoras cambian el ladrillo por el agua
Argentina: buques toman agua del río Paraná y la venden a granel
Alberto Vázquez- Figueroa – Siete vidas y media
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